Aliquebrado

Por: Chema Urrutia 

Las nubes crearon una red aterciopelada en el cielo. Me encontraba en aquel café, el que está sobre Juan Caballero y Ocio, el que me ha visto reír, llorar, y desbordar pasión en una plática acalorada sobre la vida y la muerte. Sentado en una de las mesas exteriores, estaba yo. Pensante. Retraído. Perdido. El humo del cigarrillo se mezclaba con el del café. Mi libro impaciente, esperaba que en un acto de decisión y valentía, cambiara de la página 48, plana en la que llevaba poco más de veinte minutos. Estaba paralizado, la razón: el cielo se había nublado. 

No padezco de una fobia extraña en la que con solo ver una nube mis sentidos se apaguen. Sin embargo, un día anubarrado era capaz de demeritar mi estado anímico. El cielo está triste. Desolado. La melancolía perenne escondida en las alturas. Serio. Incomprensible. Bajo el yugo de una atmósfera infausta, me encontraba yo. Bebiendo café sin compañía. 

Con la soledad vienen memorias, palabras y recuerdos. De personas, del amor, de aquella plaza, aquel lugar. Revivimos los besos muertos y los abrazos dados. Vemos ojos dónde no los hay, huellas dónde nadie caminó. Personas en un asiento vacío. Enfrentamos nuestra vida. Hablamos con la muerte. Buscamos respuestas donde no hubo preguntas. Nos angustiamos. Existimos. No somos. Aquel día sentí una abrumadora sensación acompañada de un cigarro. Estaban sentados conmigo todos mis demonios. Pero a la vez estaba solo. El libro seguía en la página 48. 

Comencé a escuchar el golpeteo de la lluvia contra el pavimento. Escuche poemas recitados por las gotas. La palabra viva de aquella melancólica tarde. Hicieron música, contaron historias, y guardaron silencio, aún cuando no había dejado de llover. Con cada átomo de mi cuerpo existi. Sentí el viento, escuche la lluvia, olí el petricor, me hice consciente de cada latido, cada respiración. No me gustan los días nublados, porque nos recuerdan el peso de nuestra existencia. 

Una mano tomó la mía. El calor era extraño, diferente. Una sensación que alteraba el ambiente aliquebrado. Pude escuchar su sangre correr por sus venas, y también declamaba poemas. Versos, rimas, palabras. Pero sus ojos, al igual que los míos, mostraban angustia, dolor. Nos quedamos en silencio. Con suavidad, nuestras manos se entrelazaron. Sin palabras nos lo dijimos todo. Los ojos cristalinos vieron nacer versos de agua. 

Tienen algo extraño los días nublados. La falta de color, hace un paisaje lúgubre. Dónde la melancolía se respira. Tienen algo extraño los días nublados, porque cuando el cielo parece no poder más, llueve. Deberíamos intentar lo mismo.

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Foto de Andrew Beatson en Pexels

Diáfana

Por: Chema Urrutia

Tacto. Sentado al borde de la cama, intento recordar en qué día desperté. Por más que trato de hacer tierra, la cualidad de un encierro demerita la importancia de nombrar la vuelta del sol. Miró con curiosidad  mi cuarto y los objetos que lo habitan. Aquella foto, ese libro, aquel juguete. Todas cosas inanimadas que llevan en sus entrañas de papel y plástico, la esencia de una persona. Cada uno cuenta una historia. 

Sonrisas entrañables. Pláticas inexplicables. Abrazos arraigados. Los veo y revivo. A medida que los días pierden su nombre, los recuerdos se vuelven más reales. Escucho sus voces. Pero, al abrir los ojos y levantar la vista, me hago consciente del vacío que existe en el cuarto. Me encuentro solo. 

Durante una crisis, los humanos tenemos que adaptarnos y cambiar la forma en la que miramos, sentimos y vemos el mundo. Porque puede ser que nos toca alejarnos. Es probable que dejemos de estar en cuerpo. Cada quien en casa invadidos de un miedo a estar solos. Dejamos de sentir el calor de un abrazo. La sensación de una piel ajena. La tela de la sudadera que seca las lágrimas cuando la tristeza nos rebaza. Incluso la risa nos sabe diferente. 

Aprender a amar desde la distancia pareciera ser un acto que desafía la naturaleza de los corazones. Buscamos la proximidad. Las muestras de afecto más sinceras requieren la cercanía necesaria para escuchar los latidos de quien está enfrente. Pero hoy es diferente. Amamos con la distancia. Quién diría que estar separados supondría uno de los actos más grandes de amor que existen. 

Vuelvo a ver los objetos y todos irradian luminiscencia. Siento su presencia. De los hermanos que no son de sangre pero si de elección. De aquel hombre cano que con sus ojos grises no me dejó olvidar lo que es ser un niño. De la única mujer capaz de robarme las palabras. Todos están aquí. La voluntad de un corazón es más que las limitaciones del cuerpo. Amar es un acto de rebeldía a la razón. 

En la crisis somos capaces de volvernos diáfanos. Claros. Miro a mi alrededor y el cuarto ya no está vacío. Hay luz. Presencia. Memorias vivas emanadas de recuerdos. Dentro de la distancia hay un “te quiero”. Cada día recordamos más nuestros nombres y no los de los días. Cierro los ojos y escucho. Latidos resuenan por la habitación. 

Inherente

Por: Chema Urrutia 

Quería escribir sobre el amor pero simplemente no hallé las palabras para ordenar la maraña de pensares y emociones que cruzan por mi corazón. No por la mente, por que ella no tiene vela en el entierro de la cordura. Buscaba hablar de lo absurdo e ilógico que puede llegar a ser. Hablamos con el alma y miramos con inocencia. Dejamos de pensar. Es onírico estar enamorado. Sobre corazones rotos narramos nuevas historias, y con un poco de suerte el punto culmine es tan suave como darle ese primer trago a una copa de vino. 

Pensaba plasmar con letras y palabras lo que ha sido el amor para una vida de dudas. Pero encontré una superficie llena de cicatrices y heridas acompañadas de ceniza de cigarro y cerveza derramada. Pareciera que es un final ya conocido. ¿Es el corte el punto final de toda historia de amor? Es ilógico e irracional, nos aferramos a un por siempre, sabiendo con todas nuestras fuerzas que nunca hay que olvidar como decir adios. 

Sentía un silencio que oprimía mis palabras y me ataba las manos. Un faro es lo que muchos buscan. Semaleos para un caminante que cruza por la penumbra. Nos abrazamos. Dejamos de ser racionales. Ya no estamos cuerdos. Renunciamos a la lógica. Olvidamos que un día se escribirá nuestro epitafio. 

Divagaba sobre el amor porque es inherente al ser. Añoramos esos brazos. Buscamos esos besos. No hay ninguna luz, pero al menos dentro de la penumbra tomamos una mano. Una a una las espinas se clavan. Amar es abandonar la cordura para poder dormir por las noches. 

Escribo sobre el amor por que es una declaración de guerra a la razón.

Contingencia

Por: Chema Urrutia

Encerrados. Pareciera que la cuenta de los días se pierde al estar confinado en un espacio determinado. Pero cuando la espera parece ser perenne tendemos a contar con más ímpetu las vueltas al sol. Diez. ¿Qué significa estar en crisis en un mundo donde las fronteras son solo pedazos de tierra? Escuchamos a diario la voz de la paranoia y la poca conciencia. Observamos. 

Adaptamos nuestro estilo de vida. Los que tienen privilegio y los que no. Existen diferencias, el tejido se rompe. La inequidad que hemos sembrado desde los inicios de la sociedad moderna no es tomada en cuenta por las enfermedades. Obligados a salir. Obligados a comer. Creamos un sistema de desigualdad y nos acostumbramos a poder dormir con ello. 

Hoy reflexionamos más. Hoy nuestros fantasmas no se van. Están en los espejos. ¿Puedes mirar tu reflejo y no llorar? Existes y esa es tu condena. Fuera de las cuatro personas con las que compartes el espacio, la soledad de una cuarentena nos pone frente a frente con nosotros mismos. Nos miramos, nos sentimos, pero ¿nos reconocemos? Fuera de comprender y ver el reflejo ocasionado por la luz que entra y se proyecta en el espejo, somos una complejidad de anhelos, cicatrices, sueños y heridas. 

Nuestra vista se nubla, con vituperio nuestro rostro se desdibuja. ¿Queremos ver? Piensas en romper el espejo y dividirlo en cientos de pedazos. Sueños rotos. Existimos en una realidad donde volar es solo el anhelo de los dementes. Buscamos una vida segura. ¿Hay algún balance? 

La contingencia nos mantiene encerrados. Los vidrios comienzan a caer. Cientos de reflejos te observan desde abajo. Miras. No importa que tan rotos estemos. Nunca estamos incompletos. El sol nace. Entran los primeros rayos de luz por la rendija de la ventana. El cuarto se comienza a iluminar. Sísifo empieza de nuevo. Cuentas once. No debes salir. La puerta marca el umbral que no se debe cruzar. Contener la catástrofe, mantener la cuarentena. Miras por la ventana y ves pasar a un barrendero. Para él no hay contingencia. Solo busca sobrevivir cada día. Para él no existe la cuenta.

Venus y el arte


Por: Chema Urrutia y Ana Ramírez

Tez morena, blanca y apiñonada. Piel canela y de otras tonalidades. Altas, bajas y de estatura media. El cuerpo femenino ha sido construido y catalogado por la sociedad. La mercadotecnia: el juez. Los estándares de belleza han sido estigmatizados he idolatrados desde décadas atrás. Las aspiraciones del ser femenino han sido dictaminadas por una industria que cada vez trata de responder a la crisis social de la belleza siendo más incluyentes en lo que promocionan y venden. Espectaculares y anuncios con una diversidad de cuerpos, todos bellos por igual. 

La diversidad de Venus como parte esencial del ser femenino. Un cuerpo monótono contradice el deber ser de la mujer. Moda. Una palabra tan popular que engendra la estandarización e industrialización de algo tan puro como la belleza. Pantones, cortes, ropa y maquillaje. Corte y confección de rostro, el cuerpo y las facciones. Moldes ficcionalizados, alejados de la realidad natural de lo femenino en el mundo. 

Sin tapujos ni censura. La belleza no encuentra vituperios. La dura crítica social, merma el valor artístico de un cuerpo. Dejar ser, y dejar pasar. Apreciar el arte con todo sus matices. Dejar de pensar, comenzar a sentir. Dejar de juzgar, comenzar a admirar. Mostrar todo lo que son: ojos, labios, ombligos, axilas, pezones, pies, vulva y vello. Partes de una obra que cabe en su perfección por estar y existir. Partes de una obra que no requiere de estándares ni de moda para generar un cosquilleo en la mirada. 

La libertad y la belleza no existen dentro un mundo mecanizado. Dejemos que los colores exploten he inunden la escala de grises de un día normal. Veamos con otros ojos, dejemos de cerrarlos para abrirlos y ver al cielo. No tratemos de entender lo que tenemos frente a nosotros. Dejemos que lo bello sea por el hecho de ser. Dejemos que las mujeres sean por el hecho de ser.  

Veamos la belleza fuera del frasco de una construcción social. Veamos a las mujeres como un cuerpo natural bello por el hecho de ser y existir. Inundemos las redes sociales, los anuncios y las artes de mujeres diversas. Todas somos iguales, y dentro de la igualdad encontramos nuestra individualidad. Frente un espejo el ideal de belleza femenina no existe, solo un lienzo donde se postra una obra de arte.

Modo avión

Modo avión

Por: Chema Urrutia

ON

9:45 de la noche; pequeñas gotas forman un espejo en el pavimento, el brillo lunar pinta la atmósfera de blanco, el sonido del agua siendo atravesado por las llantas generan una extraña sensación de melancolía, los pensamientos comienzan a rondar por mi cabeza y lo veo llegar. No fue sorpresa, ya que el gps (privador de nuestra privacidad) marcaba cada vuelta, cada calle, y cada segundo.

– Buenas noches joven. ¿Luis? ¿Verdad?

– Así es, buenas noches (¿jóven? por su apariencia solo contaba con un par de años más que yo)

– Iniciamos su viaje

¿Cuántas veces al día iniciamos algo? Una pregunta justa en una sociedad delimitada por procesos efímeros que transcurren y pasan delante de nuestros ojos a un número inmenso de revoluciones por minutos: palabras, miradas, sonrisas, llanto, dolor. Estamos en permanente contacto con el mundo, sin entender que es el mundo, sin saber, sin sentir. ¿Es posible suprimir todo rastro de saber, percepción y comprensión? Una realidad habitada ajena. Presencia y ausencia, razón y pulsión, humanos y humanos ¿pequeñez?

– ¿Joven?

– ¡Claro! Perdón… esta cabeza mía, le gusta volar

– La de muchos, ¿ya a descansar? fue un día pesado, mucho tráfico, y este clima, !pff! no ayuda, pinche locura

– Pinche locura, ni me lo diga… (locura, semaléos natural) ¿a que hora comenzaste tus rondas?

– Hace como 20 min que salí de clases, pero hoy se termina temprano, en el inicio de la semana nadie sale *ríe*, un descanso del descanso, no tenemos remedio.

– ¿Clases? Supongo que este trabajo deja tiempo para clases, nunca lo había pensado en ese sentido

– Clases y otro trabajo, si no ¿cómo? Apenas y para la semana sale

Cruda realidad enfrente de nosotros, agitando los brazos y saltando. Ojos cerrados, manos en el rostro ¡bendita ignorancia! Conocer sin sentir, condición natural de los seres condenados a tener ojos y terminaciones sensibles, irredentos. Clasificando lo real en binomios. Sacro y profano. Bueno y malo. Blanco y negro. Locura y cordura. Críticos de todo, creadores y destructores de mundos. Casi dioses. Dioses con desigualdad, intolerancia, pobreza, dioses obligados a sostener estudio y dos trabajos “pa’ sobrevivir”.

– ¿Donde estudias?

– En la Politecnica regional, y trabajo en una empresa ejerciendo lo que estudio, la verdad es que no me gusta hablar, o socializar…

– Pero en este trabajo eso es pan de todos los días, ¿no te molesta?

– Vengo callado casi siempre, pero si me hablan, pues que remedio

No me ofendió el comentario a pesar de haber transgredido su comodidad, y violentado nuestra proxémica social. La base del razonamiento de considerar al ser humano como un animal social es la necesidad de comunicarse para preservar un correcto funcionamiento de la sociedad, sin embargo, los humanos podemos ser unos hijos de la chingada, no hay sorpresas cuando alguien tiene tintes antisociales, pero la necesidad es canija. Dormir, trabajar, ir a la escuela, volver a trabajar, todo para tener capital suficiente para vivir, ¿vivir? repetir el mismo proceso cinco veces a la semana para satisfacer nuestras necesidades falsas, alienados, Carlos tenía razón, la consciencia escasea. ¿Que hora es? Juraría que ya debíamos de haber llegado.

– Joven, me marca que es por aquí.

– Si si, claro. Es en la casa amarilla, la que tiene los troncos arriba.

– Excelente, pues eso sería todo, gracias .

*Portazo*

Me detengo frente a la puerta – Realidades dentro de nuestro encuadre, detrás del poto, enfrente del rostro. Sigo sin entender porqué me agradeció. La realidad detallada, necesidades insatisfechas, inmersión en las actividades necesarias,  olvido obligado, alienación aceptada, ignorancia voluntaria. ¿Es que hay alguna manera de sobrellevar y cambiar? Supongo que solo queda averiguarlo, y para eso, es necesario escuchar, podemos hacer realidad la cualidad divina dormida en el hombre – la llave entra en la cerradura y se abre la puerta. Son las 10:05 de la noche.

OFF